El Abogad@ Digital está siempre ON pero ese día, en un «ahora o nunca» mezclado con las «prisas» y la precipitación, cayeron los zapatos de tacón junto a la puerta mal cerrada del despacho, le siguieron las medias, la falda y, mientras estaba concentrada en ese momento, se abrió la puerta. Escena esa en la que parece que todo se congela, en la que se intercambian miradas que, sin saber cómo, lo dicen todo en un micro segundo. Era él.
– ¿Pero qué coño estás haciendo? – dijo
– No es lo que parece, o sí. Es, lo que es.
– ¿Serás capaz de largarte a patinar?
– Sí, lo soy. Es más, te dejo para ti la reunión de las cuatro.
Cruzamos miradas cómplices. Él sabe que me levanto muy temprano, al Alba. Él sabe que los clientes necesitan nuestra presencia constante y nunca pone objeción a cuando no estoy, o no doy explicaciones, o simplemente no hablo. La Abogacía Digital es distinta, diferente. Necesita de tu completa entrega al estar en constante «alerta», observando si alguno de los comentarios vertidos en la Red por el Investigado va con «segundas», quién es quién retuitea, quién le da al «like», qué relación tienen, qué impacto tiene en la Red la conversación que mantienen juntos, cómo impacta en tu cliente, qué contenidos pueden ser valorados como acoso, amenazas, etc…
A la vez tienes que continuar con ese Preso que está en una Medida Cautelar de Prisión Provisional por Robo con Fuerza, en acordarte de llamar a su Asistenta Social, en recordar el Centro al que tienes que pedir el Informe de Toxicomanía, y en volver a pisar con tus tacones las Galerías del Centro Penitenciario.
Desde el Alba hasta la noche, la mente se encuentra en constante pro-actividad resolviendo problemas. Es complicado encontrar un espacio para «pensar» para diseñar una estrategia procesal clara, y eso sólo puede hacerse desde el Silencio, lejos de la vorágine del día. ¿Cómo hacerlo? En este caso, con los patines.
– Anda, recoge la ropa del suelo que cualquiera que entre va a pensar «otra cosa».
Sonreí. No había nunca reproche en su mirada, al contrario. Siempre me mira detrás de sus gafas con un «nunca dejas de sorprenderme». Y mientras mi compañero de despacho, y de mesa a mesa y, de codo a codo queda aún petrificado en el dintel de la puerta intentando encajar lo que ha sucedido, me precipito escaleras abajo, con casco y patines en mano, con ropa deportiva y dispuesta a conducir la moto hasta la orilla del mar.
El ruido de las ruedas aquieta los pensamientos, el ritmo de la música y el viento en el rostro relajan la expresión. El mar a un lado promete expansión, infinitud y sobre todo relativizar la experiencia vital. No siempre se consigue pero los espacios de silencio ayudan para recomponer y reforzar.
En un momento suena el teléfono, un cliente preocupado. Ha recibido una notificación en la que debe presentarse a declarar delante del Juez en tres días. Imposible hablar de forma coherente en un estado mental de «patines», el esfuerzo por coger velocidad hace que jadees y en ese momento sí que parece «otra cosa». El cliente extrañado porque no sabe dónde estás y qué es todo ese ruido que oye de fondo. Es importante saber colgar con un «no se preocupe», a primera hora de la tarde le llamo con más tranquilidad.
Siguen los patines, sigue el mar, sigue el sol. Alguien me dijo una vez: «Que la Inspiración te pille trabajando» En ese momento pensé: «Que la Inspiración te pille Patinando».