Derecho Penal “guarro” es el que siento en este momento, cuando mis tacones van caminando por el suelo de la galería. Tras de mí siento el golpe de la puerta metálica que ha llegado a cerrarse contra la pared. Miro hacia atrás y veo a través de los barrotes a la Funcionaria de Prisiones que me mira, estática, desde su puesto, detrás del cristal. Mi mirada pasa momentos de pánico, de duda. Cada día que repito taconeo por esa galería hay un microsegundo que mi mirada duda que se vaya a abrir la siguiente puerta de barrotes. No llevo móvil. Nos obligan a dejar todo lo electrónico nada más entrar. Estamos en un “cuerpo a cuerpo” mi mente, mis tacones y los barrotes. La prisión no huele como los calabozos. El aire es aparentemente menos rancio, pero “ese fondo” se nota aunque lo disfracen de otros pasillos, los de la cárcel.
Barrotes delante de mí, barrotes a los lados, veo las escaleras. Subo siguiendo el letrero escrito a mano con rotulador negro que dice “Abogados” y una flecha me indica hacia mi derecha. Ya llego. El Funcionario de Prisiones asoma su cabeza por la garita. No hay un “buenas tardes”, ni un “qué tal?”… son miradas que dicen un “no hay buena tarde que valga” … le entrego “mis papeles”. Si no me los firma el tipo de la garita no podré volver a salir y retroceder mi camino hacia la calle. Mis papeles llevan el nombre de Miguel. Lo mandan llamar.
El descenso al Infierno no se encuentra sólo en los calabozos, se encuentra también en la mirada de todos y cada uno de los presos. Recuerdo la mirada de Miguel nada más conocernos, de haberse “metido” hacía nada un “lo que sea” mientras hablábamos en Comisaría. Su mirada 24 horas después se relajó en el Juzgado. Estaba de “bajón”, mirada un poco más suave pero con 18 folios de antecedentes que nos llevaron a ese instante en Prisión. El tercer día me llamó con desesperación con un “sácame de aquí”. El descenso se produjo en picado. Hay veces que les lees los ojos y sabes que la única salida que tienen es aparecer muertos en una cuneta cualquiera. No hay salida. La Agente que lo custodiaba en los calabozos de los Juzgados también lo tiene claro. Asentimos ambas. No había nada que hacer con Miguel. Entra y sale de los calabozos de forma constante.
Miguel me ha hecho caso. De las pocas cosas que debe recordar de nuestro encuentro en Comisaría y en los Juzgados era mi insistencia en cambiar de aspecto. Tiene dos años menos que yo pero aparentaba 20 más. Joder, pensé. Si estuviéramos de cañas te contaría que Miguel está hecho mierda. Pero como no es así, sólo te diré que la mala vida lo ha dejado maltrecho. Miguel apareció sin barba y con el pelo muchísimo más corto. Era importante parecer “otro” para no ser reconocido por las víctimas de un delito cometido de noche, en el que no hay cámaras que puedan determinar la participación de una persona en un delito.
- ¿Está usted bien?
- Sí. Me han dado metadona y trankimazin.
- ¿En qué galería está?
- En la tercera.
La cuarta galería es la peor. Es en la que corre la droga como agua por los grifos. Es la de los tipos duros, las peleas, los ajustes de cuentas … ese es el Penal Guarro, el de la calle, ese que no quiero olvidar para no olvidar nunca cuáles fueron mis inicios.
Taconeo a la inversa, devuelvo mis papeles y recuerdo mientras retrocedo hacia la salida de la Prisión, la diferencia entre un Delito Tecnológico y uno de “calle”. Los Operadores Jurídicos ya hemos interiorizado los procedimientos, el cómo buscar los porqués y las pruebas, las motivaciones, los resultados, la relación de los hechos con los supuestos autores de los mismos, pero esta misma mañana hemos tenido la declaración de una adolescente, menor, que está siendo acosada por su exnovio a través del móvil. No contento con ello, animó a varios compañeros del mismo curso del Instituto a instigar a la chica en el patio y a colgar el video desgarrándole una camiseta y dejándola en sujetador en medio de todo el Instituto. Ese video estaba en YouTube. El grupo de whatsapp de la clase se incendia y la menor no sabe dónde meterse. Se lo cuenta a sus padres una mañana porque lo que tiene es terror a salir de casa y que le pase algo de camino al Instituto, camino que los acosadores también toman cada día, tanto al ir como al volver de clase.
La primera pregunta que se le hace va dirigida a un “¿podría explicarme cómo se abre un perfil de YouTube? Se congela el instante. Nadie contesta. Nadie. Queda esa pregunta sin responder porque ninguno de los que estamos presentes sabemos si la Juez (que es la que manda en ese espacio/tiempo) nos está tomando el pelo. Pálidos. Su Señoría insiste. No lo sabe. Es cierto. No lo puedo creer. No podemos. Ninguno. No estamos aún del todo duchos en el conocimiento para saber cómo funcionan todos los elementos tecnológicos a través de los que suceden “nuevos hechos delictivos”. La prueba captada, en este supuesto de hecho, se presenta Certificada Electrónicamente para garantizar, a través de tercero, que ha existido en la Red. Hay vídeos que se han descargado y certificado y, las capturas de pantalla del móvil se ofrecen para que el Abogado de la Administración de Justicia, antes Secretario Judicial, verifique y contraste su contenido.
- Letrada, esto es muy complicado ¿no? Hay veces que prefiero un asesinato porque no hay duda de que los hechos se han producido, pero un acoso en la Red…
Los puntos suspensivos me hacen pensar con este tipo de comentarios, que estamos lejos de “integrar” los procesos ante Delitos que se producen a través de las Tecnologías de la Comunicación y de la Información; no sólo esto, sino que los Juzgados, ante la duda de quién es competente de conocer de los hechos cometidos a través de la Red, se inhiben unos a favor de otros y así hasta que hay alguno que para la dinámica inhibitoria y dejan tranquilo el expediente en un Juzgado concreto. Ese movimiento de un “no, esto no es mío, se lo paso a este otro Juzgado Instructor”, puede durar hasta seis meses de idas y venidas.
Si alguien se pregunta cómo dirigir un procedimiento con hechos ilícitos cometidos en la Red, sólo puedo garantizar que el protocolo de instrucción e investigación no está tan claro como en los delitos de Derecho Penal guarro, como el de Miguel.