Aquel Turno de Guardia marcó a muchos de los que nos encontrábamos aquél día en la Sala VIP de los Abogados en los Juzgados de Guardia. La tarjeta con la banda magnética no me dejaba pasar a la Sala de los Conjuros, como yo la llamaba. Hasta que no escuchabas el «bip» no se abría la puerta. Banda hacia dentro, banda hacia fuera, del derecho, del revés .. ¿pero cómo iba la maldita tarjeta!?

– «Bip», suerte de ella, porque en ese microsegundo ya se me contraía el rostro a punto de darle una patada esperando que algún compañero aburrido, al otro lado, se levantara de su ensoñación y de esas mil horas de espera en la Guardia y con un leve gesto abriera la puerta del «paraíso». Sí, hombre! Ese paraíso del garrafón de agua vuelto del revés, de los naipes en el armario, las revistas del National Geografic del jurásico y las dos joyas: dos ordenadores y el mítico Código Penal con una frase que rezaba un: «Por Favor, No Mangar«.

Por favor_3Tenía gracia. «Pa qué» tirar aquél Código Penal que, aunque ya caduco desde Julio de 2015, a todos nos hacía sonreír.

Aquella Guardia estaba siendo especialmente silente. No porque fuera aburrida, sino más bien, al contrario. Dentro de la Sala éramos diez. Al cruzar el umbral los diez pares de ojos miraban interrogantes, de forma intensa, muy intensa.

– Eh! Tranquilos, que no es mío! – todos relajaron el rostro, pero mantuvieron miradas de soslayo enviándome mensajes de «¿Seguro que no es tuyo?»

Hacía más de 24 horas. Se había producido un asesinato. Dos implicados. Supuestamente coautores. Se cortaba la tensión en el ambiente. Todos nos mirábamos unos a otros con un «¿es tuyo?».

Empezamos a escuchar los intentos desde fuera de un «alguien» pasando una y otra vez el carnet de Abogado ejerciente. Podíamos sentir el «arriba y abajo» de la tarjeta. Empezamos a sentir a través de la puerta la vibración acumulada a punto de soltar un improperio indecente….

Dos horas antes, los que nos habíamos precipitado a los mostradores de los tres Juzgados de Guardia, lo vimos pasar. Vimos pasar el martillo ensangrentado, con restos biológicos que no hace falta especificar.Tacones asesinato

Menuda guarrada, pensé. Con la mirada, los pocos que estábamos , lo fuimos siguiendo para ver en qué mostrador se metía la Oficial que lo portaba. Detenidos 2.

– ¿Es tuyo?

– No. ¿Y tuyo?

– Tampoco

Las siguientes dos horas hubo mucha agitación en Detenidos 2. Los «míos» (mis clientes) estaban en Detenidos 1 y 3. Imposible hacer preguntas «como quien no quiere la cosa». Sólo cabía observar.

En la Sala VIP, el compañero logró entrar. Rostro de notable cabreo con la puerta. Expediente en mano, carnet en la otra y dijo un:

– «¿Quién lleva el asesinato?

Una serie de «yo no» cayeron uno detrás de otro. Hasta que finalmente, después de descartarnos casi todos, nuestros once pares de ojos se fijaron en el compañero número 12. Silente. En el ordenador. Casi podíamos percibir el sudor que le caía por debajo de la frente.

– Compañero. ¿Llevas el asesinato? – Era obvio. No se podía negar. La tensión se mascaba entre nosotros, como cuando en Sala de Vistas haces una pregunta a un Testigo que tienes clarísimo que sólo tiene una respuesta, y la conoces…

– Sí y qué!

Casi le aplaudimos. Nos sacó del «atasco» mental y las dudas. Nos hubiera encantado conocer los detalles. Era un proceso que no solía ocurrir todos los días y ponía a prueba la perspicacia de todos los Operadores Jurídicos intervinientes.

– Yo soy el Letrado del supuesto coautor. Creo que tenemos que hablar para coordinar versiones, ¿no?

Dos supuestos autores de un asesinato, dos Letrados, dos detenidos a punto de declarar. Uno de ellos cogió el Código Penal entre sus manos, los demás miramos expectantes por saber qué iba a pasar. Parecía una película, pero no, era real. ¿Nos iban a deleitar con los detalles? Más bien no. El Código pasaba de una mano a otra. Se miraron y en un «arrebato», sintiendo nuestras miradas clavadas en las suyas, decidieron salir de la Sala VIP para coordinarse.

– Eh! – saltó un compañero detrás. «Recuerda que en el Código pone, «por favor, no mangar». Le guiñó un ojo.

Se relajaron los semblantes de los que quedamos allí. Silencio. Nadie dijo nada. Medíamos las palabras que podríamos decir. Eso era lo que tiene el Turno de Guardia de Oficio, nunca sabes que es lo que vas a vivir.. Pone tu ingenio al límite y te obligaba a ser rápido para diseñar desde ese «pistoletazo de salida» cuál va a ser la orientación de tu trabajo.

Pero, los que ahí nos mantenemos, Guardia tras Guardias, en realidad, somos adictos. Adictos, a los retos.