La nueva pirámide de Maslow: wifi y batería

Entumecida la cabeza empezamos el ritmo de enero con muchas más ganas de las que imaginábamos, ya hartos de contar las fiestas como si de objetivos “conseguidos” se tratara: Nochebuena… hecho! Navidad….hecho! Uno a uno van cayendo los “corre, venga que ahora “toca” con mis padres, con los suegros, con los amigos, con mis hermanos, los Reyes… Benditos Reyes! ¿Por qué? Porque todo se precipita y cuando te estás terminando el café con leche y la magdalena entre papeles y envoltorios varios saltas triunfante con un “se acabó” y te precipitas a desmontar todo el decorado consciente de que, cuando vuelvas de casa de quien te toque ese día, tu casa ya estará ordenada como si hubieras vuelto a la normalidad con sólo apretar un botón.

Aún teniendo ganas de retomar el ritmo, sientes la cabeza espesa con las decenas de conversaciones y experiencias intensas que has vivido en apenas quince días. Los amigos, conocidos y demás personas que no recuerdas que te tengan como contacto, invadidos por una oleada de amor incondicional irracional de repente te desean felices fiestas, te agradecen haber formado parte de sus vidas y te felicitan / spamean con felicitaciones impersonales a través de WhatsApp y del email que “tiran a bulto”.

Empieza la cuesta de enero, no sólo porque nos hemos gastado lo que no teníamos sino porque no recordamos cuando será el día en que vendrá el primer recibo de la VISA esa que echa humo.

A unos pocos kilómetros, en una ciudad de la periferia, se encuentran Alberto y Susana. Tienen 27 y 26 años. Están en la puerta del Juzgado de Instrucción porque hoy les han citado para pagar una multa a la que fueron condenados por ocupar una vivienda de Bankia. Están aún en ese edificio, vacío. No pueden acceder a un alquiler social porque carecen de trabajos fijos con los que poder asegurar un ingreso. Tienen tres niñas, una de siete, otra de cinco y la pequeña de 1 año. Ésta última afectada de una enfermedad cardiaca por la que va a ser intervenida por tercera vez la semana que viene. Él repite una y otra vez que ha caído en picado. Un mal golpe de la vida. Pasaron de tenerlo todo a no tener nada. En ocupar una vivienda o dormir los cinco en la calle. “Verdad que me entiendes?”, dice. Claro que le entiendo. “Ya sé que el propietario tiene su derecho, pero es necesidad”, continúa.

Contrariamente a lo que nos ocurre a muchos de nosotros, que el mes de enero es cuesta arriba, para ellos es un descanso. ¿Por qué? Pregunto. Porque aunque hay tardes que nuestras hijas se han quedado sin merendar por no tener pan que darles, hemos conseguido mantener la magia y trapicheando de aquí y de allá. Trabajando de sol a sol, conseguimos comprarle un detalle a cada una de las niñas. Ahora, después de fiestas, respiramos tranquilos porque hemos conseguido nuestro objetivo y ahora sólo tenemos que dedicarnos a buscar qué comer cada día.

Esa escena me catapulta a la reflexión profunda de la gran distancia, y lo distintos y distantes son los mundos de las personas aunque vivan el mismo instante presente. De repente dice sacando su móvil: “¿Sabes una cosa? Lo único que me hace sentir que formo parte de “algo” y que estoy conectado con el mundo, y que a la vez me ayuda a soñar en un mundo mejor para mi familia es…. el smartphone. ¿Cómo? En la red nadie sabe quién soy, puedo ser rico o seguir siendo pobre, puedo inventarme un nuevo nombre, una nueva vida y podemos viajar a través de esta pantalla y pasar una hora imaginando que los cinco pasamos emocionantes aventuras en países lejanos.  Lo mejor es pensar que el que tiene poder y dinero en la realidad, puede no ser nadie en la red, ni siquiera puede tener el mínimo interés para ti, para mí, para nadie, porque nadie lo conoce.

  • Sin wifi ni batería ya no podría vivir.

Esa última frase de Alberto me lleva a la pirámide de Maslow que irónicamente circula por la red y que ha incorporado en su base como necesidades básicas del Individuo: la batería y la conexión wifi. Es una realidad. La conexión a la red hoy día te ayuda a respirar.

Me catapulta a una mesa redonda de las Jornadas de Ciberdefensa del Mando Conjunto de Ciberdefensa, en mayo de 2016, donde la Capitán Ana Velázquez Ortiz, designada a la Asesoría Jurídica del Ejército del Aire cita el Manual de Tallín 2.0 y el estudio y profundización que se hace en él acerca de los Principios Generales del Derecho Internacional aplicables a la acción de los estados en el ciberespacio y me planteo a uno cualquiera de nosotros, más allá del status social al que pertenezca, navegando con identidad neutra en la red, con unas necesidades básicas de wifi y batería como objetivo principal de alguien invisible que quiere crear un colapso mundial atacando la base de nuestra nueva pirámide de Maslow y cómo en el mismo instante hay varios, muchos, que están tratando de diseñar estrategias para minimizar el impacto que pudiera producir una alteración en este orden.

No quiero pensarlo, prefiero volver a mi “cuesta de enero” y apoyar a Alberto y Susana en tratar de cubrir su propia nueva pirámide de Maslow.